“No es suficiente que el pueblo despierte y que se dé cuenta de su miseria y de las causas de la misma. Es cierto que posee una gran cantidad de poder básico, más que el gobierno, con todas las clases dirigentes; pero un poder elemental, no organizado, no constituye un poder real. El Estado se apoya precisamente en esa indiscutible ventaja de la fuerza organizada sobre la fuerza elemental del pueblo.Por consiguiente, el problema no estriba en si [el pueblo] tiene o no la capacidad de rebelarse, sino en si puede crear una organización que le permita alcanzar la victoria con su rebeldía -y no sólo una victoria casual, sino un triunfo prolongado y definitivo.En eso, y solamente en eso, estriba todo este acuciante problema. Por tanto, la primera condición para conseguir la victoria del pueblo es alcanzar un acuerdo entre el pueblo o la organización de sus fuerzas." (Mijaíl Bakunin, 1870.)
Cada vez que llega septiembre, los ánimos se encienden. Para todo el movimiento popular representa un antes y un después en la lucha de los explotados. Muchos recordamos a nuestros muertos y lamentamos nuestras derrotas. Por eso septiembre tiene un dejo de tristeza. Sobre todo cuando miramos los hechos más recientes y seguimos viendo muertos y derrotas. Pareciera que esto no acaba nunca, pero en estas fechas también muchos planteamos nuestros desafíos, hacemos nuestras evaluaciones, miramos hacia atrás no solo para llorar sino para sacar lecciones que sirvan en el presente.
En este contexto, como anarquistas, entendemos que la derrota sufrida con el Golpe del ‘73 significó un duro retroceso para el conjunto de la clase trabajadora. Después de eso ha sido muy difícil levantarse, aún reconociendo el esfuerzo que hacen muchos compañeros y compañeras en distintos ámbitos.
Sin embargo, las nuevas luchas que se dan no son una novedad. Al contrario, es la misma vieja lucha de clases la que continúa presente, marcando el camino. Las experiencias vividas antes de la Dictadura fueron parte del mismo proyecto histórico de la clase trabajadora que ha buscado por mucho tiempo el fin de la explotación del Hombre por el Hombre. Pero ahora venimos con más experiencia en el cuerpo, ya que las lecciones del pasado hacen evidente que construir la sociedad sin clases a través del aparato estatal es una ilusión.
Lo que reivindicamos de este pasado son las experiencias organizativas y de lucha (cordones industriales, comandos comunales, etc.) que llevaron a amplios sectores del proletariado chileno a sobrepasar las instituciones burguesas, a tomar su propio camino en la construcción de la nueva sociedad y, por lo mismo, a amenazar los intereses de la burguesía. Si bien asumimos que el anarquismo, no tuvo presencia orgánica en el período que culminó con el Golpe de Estado, reconocemos que sus ideas-fuerza, estuvieron presentes en las prácticas de estos sectores de la clase trabajadora como experiencia real, concreta, de hecho.
La actualidad y las fatales consecuencias del pasado.
Ya llevamos 36 años del fatal experimento neoliberal implementado en la dictadura. Producto de la gran apertura hacia los mercados internacionales hemos estado expuestos a los cambios de comportamiento de la economía global sin ninguna seguridad. El recurrente discurso de que nuestra economía está “blindada” contra las turbulencias financieras internacionales es evidentemente una farsa, una ilusión.
Si observamos con detalle el comportamiento reciente de la economía chilena, podemos dar cuenta de la envergadura social de la crisis. La producción de riqueza, medida oficialmente por el Índice Mensual de Actividad Económica (IMACEC), ha arrojado, en lo que va de este año, solo cifras negativas.
Septiembre fue el décimo mes de caída libre de la producción. Desde noviembre del 2008 hasta la primavera de este año, la producción nacional no crece, la demanda mundial por los productos básicos de exportación chilena ha disminuido y con ellos sus precios. Es cosa de prestar atención al comportamiento del cobre. El metal rojo ha visto un descenso en sus ventas de un 40% entre diciembre del año pasado y julio de éste. La estabilidad que este producto da a nuestra economía ha sido posible solo gracias a los planes de estímulo fiscal impulsados desde China, lo cual ha mantenido a nuestro principal producto de exportación a un precio “estable”. No podemos decir lo mismo de la celulosa ni de otros productos de exportación, los cuales han producido un grave efecto en las regiones donde su extracción o cultivo son la principal actividad económica.
Y miren que curioso. Aún en este panorama los economistas neoliberales siguen sosteniendo la teoría de la “lenta pero segura recuperación de la economía”. Lo único cierto de estas palabras, es que si algo se está estabilizando no es precisamente para el lado de los asalariados. Las últimas medidas impulsadas por el gobierno (y aplaudidas por la patronal de la CPC y la burocracia sindical de la CUT) son una descarada inyección de recursos a los empresarios, a través del famoso Plan Pro Empleo.
Pero no nos engañemos. Los trabajadores siempre hemos estado en crisis y lo más probable es que sigamos así, ya que signos de recuperación a largo plazo no se ven por ningún lado. La misma Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) pronostica un desplome de -1,5% del PIB de Chile.
Concretamente, los trabajadores chilenos seguimos enfrentados a una gran contradicción. La situación económica objetiva –si bien es solo un reflejo parcial de la realidad- anuncia el agotamiento progresivo del patrón de acumulación primario exportador de este país. Y frente a este panorama los patrones buscarán a cualquier costo recuperar sus ganancias y fortalecer sus negocios.
¿Y qué pasa con las luchas del proletariado?
A la fecha tenemos a más de 1 millón de cesantes (de los 6 millones de trabajadores que hay en el país), con deudas equivalentes a cincos ingresos mínimos mensuales y el resto de los trabajadores con un salario que en promedio no supera los 200 mil pesos.
A pesar que desde comienzos del año 2005, comenzamos a ver el resurgimiento de las movilizaciones populares y observamos cómo los trabajadores vinculados a los ejes fundamentales del desarrollo de la economía inauguraban una nueva etapa en la lucha de clases, el bloque en el poder ha sido capaz de mantener los ánimos callados, ya sea por represión o por su política subsidiaria.
Esto demuestra que seguimos inmersos en una etapa de reflujos parciales. Salvo algunos sucesos coyunturales (como por ejemplo la movilización del magisterio en mayo de este año) los trabajadores en general no han podido sostener la dinámica y ritmo de lucha que había nutrido a diversas organizaciones gremiales de corte más combativo, como la USINFA y la Confederación de Trabajadores del Cobre. Para que decir en el ámbito estudiantil y poblacional: la LGE está más que cocinada y los conflictos habitacionales han sido acallados con el garrote y la zanahoria.
Seamos sinceros. El escenario social de movilización fue decayendo paulatinamente, la tasa de cesantía se disparó, la aplicación rigurosa de la agenda corta “antidelincuencia”, no solo criminalizó la protesta social, sino que efectivamente se ha convertido en un instrumento desmovilizador. El gasto público ha sido fuerte, y aunque el impacto real en los sectores populares no ha sido el mejor, ha amortiguado la posibilidad de estallidos en las franjas más pauperizadas del proletariado.
Lamentablemente, la crisis no implica ni el declive del capitalismo, ni tampoco el advenimiento de la revolución social. La superación del actual estado de cosas no es algo que se produzca ni mecánica ni espontáneamente, sino que responde a una vasta y contradictoria experiencia organizativa del proletariado, que involucre deseos y propuestas sociales para el porvenir, con claras intenciones revolucionarias.
Pero mientras tanto, la burguesía procurará dotarse de los elementos que le permitan a la larga, solucionar la crisis y comenzar un nuevo ciclo o período de “crecimiento económico”. Con el nuevo circo electoral de diciembre se erigirán las fantasías populistas y neo desarrollistas que pretenden conducir la crisis a una nueva fase de intervención social y economía estatal. Puede ser que esto resulte una salida momentánea al problema, pero sabemos que no serán capaces de satisfacer las demandas sociales.
Entonces, ¿Por dónde avanzamos?
Sabemos que no existen recetas que nos salven mágicamente de la situación en que se encuentra el movimiento popular, pero si existen certezas sobre cómo construir y hacia donde debemos apuntar nuestras fuerzas los sectores de la izquierda de intención revolucionaria, y en especial todos los que se reconocen en el anarquismo social. En este plano, consideramos que la prioridad debe estar enfocada en aumentar la experiencia organizativa y de base, continuar acumulando fuerzas, con claras lecturas de período acotadas al contexto, que permitan la maduración política efectiva de los diversos actores sociales que alberga el universo total de los asalariados. Este debe ser el camino que creemos debe transitar la clase trabajadora.
Pero no podemos cometer los mismos errores de los que llevamos lamentándonos tantos años. La incesante actividad del Estado por integrar y mitigar el conflicto entre clases, su esfuerzo por imprimir a la política obrera una forma burguesa, fue lo que brindó la razón al proyecto histórico defendido por el anarquismo, y lo que nos motiva en la actualidad a seguir mostrando, a través de una práctica política sincera y coherente, la verdadera naturaleza del Estado y el error garrafal de los sectores denominados revolucionarios al confiar en él.
La construcción de sujeto revolucionario y de programa revolucionario, son dos caras de una misma moneda, y que por el momento exige al contingente militante activo, mirar el pasado sin auto complacencia y seguir generando en los sindicatos orientaciones clasistas y combativas transformándolos en reales instrumentos de lucha, hacer de las organizaciones populares los espacios principales de maduración de los sujetos sociales y finalmente hacer de la organización política revolucionaria, un punto de encuentro entre el pasado y el futuro de nuestra clase.
Este septiembre y los que vendrán deben ser para luchar, para proyectar nuestros esfuerzos y redoblar nuestra actividad social y revolucionaria, de forma incesante, hasta el triunfo final de clase trabajadora, hasta el triunfo de la revolución social.
¡Por el socialismo y la libertad!
¡Arriba las y los que luchan!
Estrategia Libertaria - ChileSeptiembre 2009
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